Silvina Ocampo: 120 años de una de las autoras más prestigiosas y enigmáticas del siglo XX argentino
Nacida en 1903, y luego de una destacada producción intelectual, fue revalorizada durante los últimos años. Rodeada por otras grandes figuras literarias como Jorge Luis Borges, su marido Adolfo Bioy Casares y su hermana Victoria, Silvina Ocampo fue siempre una personalidad enigmática. Sin embargo, su obra revela valor propio y es por eso que, hoy, continúa siendo una de las autoras fundamentales de la literatura argentina.
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“No soy sociable, soy íntima”, decía Silvina Inocencia María Ocampo, quien nació el 28 de julio de 1903 en la casa familiar de Viamonte 550, en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Fue la menor de seis hermanas de una de las familias más acomodadas y tradicionales de la Argentina.
Educada con institutrices inglesas y francesas en su propio hogar, aprendió a hablar y a escribir en esos idiomas antes que en castellano. Su infancia la pasaba entre el caserón de la ciudad, la mansión Villa Ocampo en el partido bonaerense de San Isidro, los campos familiares de Pergamino en la provincia de Buenos Aires y la estancia Villa Allende en la provincia de Córdoba. También, una vez por año, la familia viajaba a París acompañada de sus empleados domésticos. Hasta llevaban alguna de las vacas que tenía la familia para tomar leche fresca.
“Una de las mujeres más ricas y extravagantes de la Argentina, una de las escritoras más talentosas y extrañas de la literatura en español: todos esos títulos no la explican, no la definen, no sirven para entender su misterio. Nunca trabajó por dinero –no lo necesitaba–, no participó de ningún tipo de actividad política (ni siquiera política cultural), publicó su último libro cuatro años antes de morir (y escribió incluso cuando ya tenía los primeros síntomas de Alzheimer, con casi 90 años) y su vida social, siempre reducida, se iba haciendo nula con los años, algo casi inaudito en una mujer de su clase. El dinero le dio libertad pero nunca pareció demasiado consciente de sus privilegios que, puede decirse, apenas usó”, cuenta la escritora argentina Mariana Enríquez, en su libro La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo.
La hermana mayor de Silvina fue la gran Victoria Ocampo, reconocida mundialmente por su aporte a las letras y la cultura en general. Sobre todo, por ser la editora de una de las revistas y editoriales más importantes de la época: Sur. La relación entre ambas siempre fue ambigua y turbulenta.
En sus comienzos, Silvina no escribía, sino que pintaba. Cuando tenía seis años, la muerte de su hermana Clara, quien tenía once, fue una marca para el resto de su vida. “Gran parte de la literatura de Silvina Ocampo parece contenida ahí: en la infancia, en las dependencias de servicio. De ahí parecen venir sus cuentos protagonizados por niños crueles, niños asesinos, niños asesinados, niños suicidas, niños abusados, niños pirómanos, niños perversos, niños que no quieren crecer, niños que nacen viejos, niñas brujas, niñas videntes; sus cuentos protagonizados por peluqueras, por costureras, por institutrices, por adivinas, por jorobados, por perros embalsamados, por planchadoras. Si primer libro de cuentos, Viaje olvidado (1937), es su infancia deformada y recreada por la memoria; Invenciones del recuerdo, su libro póstumo, de 2006, es una autobiografía infantil. No hay período que la fascine más; no hay época que le interese tanto”, cuenta Enríquez.
Cuando tenía 26 años, Silvina viajó a la capital francesa para estudiar dibujo y pintura. Allí, se unió al Grupo de París: artistas plásticos argentinos que se habían radicado durante la segunda década del siglo XX. Entre ellos estaban: Norah Borgues, Raquel Forner, Lino Spilimbergo, Horacio Butler y Xul Solar. Durante su estadía, Silvina tomó clases con el pintor italiano Giorgio de Chirico, fundador de la escuela metafísica, y con el francés Fernand Léger, figura del cubismo. Aunque en sus dos casas de Buenos Aires siempre tuvo un atelier, más tarde abandonó las artes plásticas para dedicarse finalmente a lo que la consagraría: la literatura.
Ya en Buenos Aires, conoció (o se reencontró, el inicio de la relación no está claro) con Adolfo Bioy Casares, otro amante de la literatura y descendiente de la clase alta argentina. La familia poseía grandes estancias y, además, era dueña de la empresa láctea La Martona. Sin embargo, a este hijo de terratenientes –se dice que tan hermoso como rico– no le interesaba ni tenía ninguna habilidad –según él mismo confesaba– para administrar los campos de la familia. Su principal interés eran los libros y las mujeres.
Silvina y “Adolfito”, como le decían para diferenciarlo de su padre bautizado con el mismo nombre, se instalaron en la estancia Rincón Viejo, propiedad de la familia Bioy Casares, en la localidad de Pardo (partido de Las Flores, provincia de Buenos Aires). La pareja vivió allí entre 1934 y 1940, inmune a dos hechos que podrían haber sido considerados escandalosos: no estaban casados y ella era once años mayor que él. Ambos lo recordaban como una época feliz.
Ese período fue importante para ambos, ya que por un lado, Adolfo abandonó la carrera de Abogacía que estaba cursando y se dedicó de lleno a la literatura, cuya consagración se daría en 1940 con la publicación de La invención de Morel. Y por otro, según Aldolfo, fue el campo donde Silvina dejó el dibujo y la pintura, y empezó a escribir. Quizás fue el lugar donde escribió los cuentos de su primer libro, Viaje olvidado, editado en 1937. La estancia Rincón Viejo también es muy significativa, ya que allí es donde se consolidó la amistad de la pareja con el gran autor, Jorge Luis Borges. La pareja contrajo matrimonio en 1940 y uno de los testigos del casamiento fue el propio Borges.
“El más común de los lugares comunes sobre Silvina Ocampo es considerar que quedó a la sombra, oscurecida, empequeñecida por su hermana Victoria, su marido el escritor Adolfo Bioy Casares y el mejor amigo de su marido, Jorge Luis Borges. Que la opacaron. Pero es posible que la posición de Silvina haya sido más compleja. Quienes la admiran fervorosamente decretan que sin duda que fue ella quien eligió ese segundo plano. Dicen que desde allí podía controlar mejor aquello que deseaba controlar. Que nunca le interesó la vida pública sino, más bien, tener una vida privada libre y lo menos escrutada posible. Que, en definitiva, ella inventó su misterio para no tener que dar explicaciones”, detalla Enríquez en La hermana menor.
La vida de casados incluyó las innumerables infidelidades de él, entre las más conocidas, con la escritora mexicana Elena Garro, quien fuera esposa de Octavio Paz. Y rumores sobre presuntos romances de Silvina con otras mujeres. Se dice que Silvina eligió un segundo plano y, desde ese lugar, desarrolló una extensa e interesante obra literaria.